Hecho con mucha inteligencia y conocimiento de la actividad, un folleto francés promociona al pura sangre con un título que dice "¿ Por qué un caballo de carrera?" y termina respondiendo "PARA VIBRAR". Entre otras cosas destaca la posibilidad de vivir sensaciones fuertes, compartir éxitos, saborear una mañana de ensayos y descubrir una pasión muchas veces oculta. Y todo esto tiene que ver con la "rentabilidad" que siempre se le exige al turf.
Estudiar si es o no un buen negocio tener un caballo de carreras tomando como único parámetro el dinero, es tan mezquino e injusto como poco inteligente. Sin embargo mucha gente se empecina en buscarle solamente ese ángulo ignorado que, por ejemplo, nadie piensa en poseer un coche de carrera, un velero, un cuadro, o un perro, calculando si le a dejar un peso de ganancia o no.
La pregunta es ¿se puede comprar alegría, pena, una lágrima o dos risas con dinero? No se sabe de nadie que haya ido a un supermercado con la intención de adquirir cien pesos de distracción o averiguar cuanto esta el kilo de ansiedad. Con una mano en el corazón debemos pensar que si un pura sangre de carrera nos hizo olvidar por un momento los problemas cotidianos o nos salvó de un stress galopante, eso también tiene que figurar en el balance.
¿O esta mal que vayamos al stud a ver a nuestro caballo y compartamos momentos con otros propietarios, entrenadores, criadores, etc., buscando sensaciones gratificantes que no se cotizan en bolsa?
Por supuesto que también es válido soñar con premios y ventas al exterior, con el millón de dólares, pero siendo una lícita ambición no agota lo que el turf ofrece como atractivo.
Palpitar aquella carrera que nuestro pingo no puede perder el próximo sábado o domingo en un revuelo de sábanas y almohadas cuando la noche se hace cómplice y la imaginación es dueña y señora, es algo difícil de dimensionar para quien no la haya vivido. Este tipo de cosas es lo que convierte en mágica a esta actividad permitiendo entender todo lo que el potrillo o la potranca aporta a nuestra vida.
Una cosa es cierta, no cualquiera puede ser propietario de un caballo de carrera, para eso es necesario amarl al caballo más allá de su categoría, admirarse por su nobleza y sentir que detrás de esos ojos grandotes hay alguien dispuesto a dejar hasta el último aliento.
Si se anima, no deje pasar la oportunidad de experimentar algo único. El saldo a favor de tener un caballo de carreras lo encontrará más en el corazón que en el bolsillo.
Este hermoso texto lo había leído hace ya más de diez años tal vez, y este fin de semana lo reencontré justo en el mismo lugar que antes: una revista de turf del departamento de San José, en el interior de Uruguay, y me ha parecido muy bueno para compartirlo con los lectores.